lunes, 11 de marzo de 2013

XIII MI ABUELA FUE IMPORTANTE



ALEX

Dicen que si eres un hijo de Apolo, no eres realmente un hijo suyo hasta que encuentras a tu musa. Pues bien, yo sigo buscándola. No es justo. Hasta el pequeño Robert lo haya conseguido y yo no. Sí, soy el único de mi cabaña. Patético, ¿verdad? Soy torpe, malo con el arco, bueno haciendo poemas y, sin alardear de ello, extremadamente bueno con un lápiz. Soy un estorbo en mi cabaña, y no se lo discuto, la verdad.
¿Cómo llegué al Campamento Mestizo? Bueno, tenía más o menos diez años cuando mi padre me reclamó mientras veía el típico programa de "cambio de imagen".A mi hermana le encantaban y yo me los tenía que tragar sin protestar (los inconvenientes de ser el hermano pequeño). Pues bien, como iba diciendo, me hice con mi bloc de dibujo y mi súper portaminas nº5, y me puse a dibujar la cara de mi hermana. Aún recuerdo su cara dibujada sobre el papel. Las finas líneas de sus pelillos del bigote… Cuando terminé, empezó a  brillar algo encima de mi cabeza. Era muy brillante, casi cegador. Miré hacia el punto brillante sobre mi cabeza y observé con atención que era un arco brillante. ¿En serio? Un arco, señores, un A-R-C-O. Claro, salí corriendo a abrazar a mi mami para que espantara a aquel monstruo horrible que había sobre mi cabeza. Cuando la encontré en el baño, me miró fijamente y me abrazó sollozando. Me dijo susurrando:

- Alejandro, ve a ver a doña Paqu…ita. – Apenas era audible. Entonces se derrumbó encima de mí y observé aterrado que sobre la espalda tenía un diente clavado y un círculo rojo recorriéndolo. La solté enseguida y me quedé petrificado en el sitio. Detrás de ella había un monstruo horrendo. Ahora no recuerdo muy bien cómo era, pero sé que era horrible. El caso es que algo hizo “click” en mi cerebrillo y cogí rápidamente el secador del pelo y se lo lancé al monstruo antes de que me atrapase.
Salí disparado del baño y entonces no caí en la cuenta de que mi hermana seguía en la casa cuando fui a ver a la vecina. Llamé a la puerta frenéticamente y su hijo Grey me abrió. Grey, he de decirlo también, era mi mejor amigo en el edificio en el que vivía. Era apenas un año mayor que yo, pero era muy gracioso. Caminaba raro a veces y le daban espasmos en la cara con los que no podía evitar reírme. A él le gustaba que me riese. Cuando vio mi cara, entendió todo, cogió su bolsa de tela reciclada y le dijo a su madre:

                - Le han encontrado.- Con lo que cerró la puerta y me llevó, tras mucho caminar a donde yo vivo ahora, al Campamento Mestizo. Me colocaron en la cabaña 7, cabaña de Apolo donde pude hacer grandes amistades. Will era uno de ellos. Era un poco más bajito que yo, pero muy habilidoso, a diferencia de mí. Cuando crecimos y le eligieron líder de la cabaña, lo celebramos a lo grande. Fue una de las mejores fiestas a las que fui. A partir de entonces, Will se fue distanciando un poco y yo me iba quedando solo, con mi torpeza como único compañero fiel. Aparqué el arco y decidí entrenarme en el combate físico y en la agilidad. Eso se me daba bastante bien. Todas las mañanas entrenaba duro, y luego por la tarde me bajaba al lago a dibujar o componer poemas. Sí, he de admitirlo, me volví un poco huraño. Me gustaba estar solo, pero de vez en cuando echaba de menos tener a alguien al lado que me quisiera. El recuerdo de mi madre seguía vigente, y procuraba no pensar en mi hermana. Ella era otra de las razones por las que entrenaba duro. Ese monstruo no volvería a pillarme indefenso.
Así que, bueno, me presentaré como es debido. Me llamo Alejandro Wayland, Alex para los amigos. Tengo dieciséis años y me encuentro perdido…





RACHEL

Sí, el cuadro me estaba quedando divino. Un gran lago rodeado de árboles. Se parecía un poco a Long Island. Comprobé que la cámara estuviese grabando y seguí mezclando el óleo. A veces no es fácil saber cuándo se presentará el oráculo, te poseerá y recitará una profecía, así que si por si acaso luego no me acuerdo, tengo una cámara grabándome 24 horas al día. De repente sentí un hormigueo en la punta de los dedos. Oh, no, ahí iba otra profecía. Caí en la inconsciencia y momentos después volví a ser yo. Genial, no me acordaba de nada. A veces pasa, y si no hay a nadie al lado, pues nada, profecía a la basura. Menos mal que tenía la cámara. Rebobiné la grabación y pulsé el botón de “PLAY”. La nueva profecía decía así:

No te fíes de lo anterior, Rachel. Esto es lo verdadero” Vaya, eso sonaba como una “nota” del oráculo.




“Tras el vuelo de las cigüeñas,

el cielo despertará y los siete semidioses

sucumbirán a la luz o a la oscuridad.
Tras la batalla final, el destino del Olimpo

se decidirá una vez más y el sátiro los habrá

de guiar: dos hermanos del agua,

dos hermanas de la sabiduría, un hijo del inframundo,
 un descendiente de las fraguas y un resplandor perdido.”


Vale, guay, o sea que ahora eran siete semidioses, no seis. ¿Y cómo se supone que se lo tenía que tomar Quirón? “Oye, Quirón, que el Oráculo se ha equivocado y me ha vuelto a utilizar para cambiar la profecía. Ahora son siete semidioses…”. Lo hice, hablé con él y pareció tomárselo bien. Dijo que esto pasaba a veces. El destino cambia continuamente y el Oráculo de Delfos intenta predecirlo lo mejor que puede. Me fui a terminar mi cuadro y dejé a Quirón hablando con Percy y Annabeth.





PERCY

-          ¿Siete? El número es igual que el de la pasada profecía.- Dije.
-          Sí, ¿quién podrá ser “el resplandor perdido”? Parece un hijo de Apolo. Llamemos a Will.-Propuso Annabeth.

En apenas unos minutos, Will se personó en la sala, y le pusieron al día.

-          Vaya, así que siete… Siendo el jefe de la cabaña siete, lo más lógico es que fuese yo a la misión, pero no suena lógico. Yo no estoy perdido.- Explicó.
-          No, tú no – Le corté. Me vino una idea de repente a la cabeza-. Pero sé de uno que sí. ¿No sabéis quién? Le veo siempre que voy a ver a Tyson a las fraguas.
-          Alex…- Respondió Annabeth- Sí, tiene sentido. Se pasa el día solo, y podría estar perdido. Hay que hablar con él.

Me ofrecí a ir a por él. Corrí hasta el lago y le vi sentado en la tierra, vistiendo la camiseta naranja del campamento con unos tejanos negros. Tenía el pelo más largo que yo y más despeinado (y ya es decir). Le lancé piedrecitas con los pies.

-          ¿Te pasa algo?- Preguntó algo molesto por mi presencia.
-          Eh, tío, tranquilo. Solo quiero hablar.
-          Di, pues - Poeta al máximo. Me acerqué a él
-          Nada, quería comentarte un pequeño detalle inesperado que tiene que ver contigo – Me miró-. Está bien, allá vamos. Estás en la profecía de los siete.
-          ¿Bromeas? Eran seis.
-          Ya, pero se ha rectificado. El Oráculo cometió un pequeño fallo…- Expliqué moviendo las manos.
-          ¿Y qué tengo que hacer?
-          Pues… primero solo una pregunta. Responde sinceramente, ¿vale? – Asintió-. ¿Te encuentras perdido?

Pensó durante unos instantes y asintió cabizbajo. Perfecto, era él. Se levantó del suelo con torpeza, guardó sus hojas en su cuaderno y me siguió. Pobre chico, estaba más perdido… Cuando quedaban como unos diez metros para llegar a la Casa Grande, se oyó “PUM”. Me di la vuelta y vi que Alex se había chocado con alguien y todas sus hojas se habían esparcido por el suelo. Era mi hermana.

-          Vaya, qué choque más tonto ja, ja.- Dijo Laura.
-          Perdona, no te he visto. Yo… lo siento.- Dijo el chico bajando la mirada.
-          No pasa nada, tranquilo – Le ayudó a recoger las hojas y las observó.- Uau, son increíbles. Yo también dibujo, ¿sabes?
-          Am…- Dijo.
-          Mírame a los ojos, por favor. Odio hablar con alguien y que esquiven la mirada.
Se miraron  mutuamente durante unos instantes y fue Laura la que bajó entonces la mirada. Se tambaleó y entonces ocurrió la cosa más extraña del mundo.



LAURA


El chico levantó la vista tímidamente. Su pelo castaño con reflejos dorados se le ondulaba en
 las puntas. Sus ojos verde aceituna destacaban en su tez bronceada.

Al mirarle directamente a los ojos, la fuerza se escapó de mi cuerpo como el gas en un recipiente. Me tambaleé y caí al suelo. Estaba semiinconsciente. Entonces, algo volvió a brillar en mi cabeza. ¿Una lechuza? Ese era el símbolo de Atenea, pero no podía ser, era hija de Poseidón. Quizá se tratase de un error logístico.
Me intenté incorporar del suelo y noté algo suave y mullido al enderezarme. Ui, no estaba en el suelo. El chico ese me sostenía. Dioses, qué vergüenza.
-          Percy, ¿qué ha pasado?- Pregunté.
-          No tengo la más remota idea.
-          Jamás creí volver a ver un caso así – Dijo una voz detrás de Percy. Era Quirón.
-          ¿Significa eso que tengo dos padres Divinos?
-          No, nada de eso. Entonces serías una Diosa Menor. No, significa que como Poseidón te reclamó primero, él es tu padre, pero también tienes sangre de Atenea. Seguramente tu madre era su hija.
-          O sea que Atenea, ¿es mi abuela?
-          Sí – Respondió Quirón-. Ha querido reclamarte también. Qué curioso, en mi longeva vida solo había visto un caso así. Tú eres el otro caso, pero presiento que hay otro cerca.
-          Eso de cerca, ¿cuánto tiempo es? – Preguntó Percy.
-          Oh, querido, eso es muy relativo. Puede ser cuestión de horas, meses o años.
Dicho esto, y sintiéndome más rara aún que antes, me levanté con ayuda del chico y entramos todos a la Casa Grande.

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