Después de la comida, me reuní de nuevo con Laura.
- Deberías llamar a tu madre. Estará preocupada por ti. Los teléfonos
no están permitidos, por que llamar es peligroso para nosotros, pero los de
Hermes tienen siempre alguno.
- Si es tan peligroso, ¿no podría mandarle un correo o algo?
- Es igual de peligroso, navegar por internet y tal, pero
este campamento está protegido. No te preocupes. Toma, por ahora utiliza el
mío.
Le deje espacio para que hablara. Yo también debería llamar
a mi padre. Pero si le decía que me habían atacado unos monstruos en el
colegio, se preocuparía. Pensándolo bien estaría más preocupado si no llamo, creerá
que he desaparecido.
- Gracias – Laura interrumpió mis pensamientos- Ya he
terminado. Tú has llamado a casa.
- Emm, aun no. Luego llamaré a mi padre. En fin, ¿me parece
que durante la pelea ya te han dado un arma no?
- ¿Esto? –Preguntó sacando el rotulador- Solo es un rotu.
- Ya,-sonreí- destápalo.
- ¡Uau! ¿Pero qué…? – dijo, mirando perpleja la espada que
sostenía.
- Es magia. Todos los semidioses debemos tener un arma, por
si acaso nos atacan como hoy. Los cuchillos son fáciles de ocultar, pero… las
espadas es un poco más complicado. Y ya no te cuento los escudos. Por eso los
disfrazamos con magia. Pueden ser rotus, pulseras, peinetas, bolígrafos… Percy
tiene a Contracorriente en forma de bolígrafo. Además una ventaja de las armas “camufladas”
es que es imposible perderlas.
- Ahh... guay.
- Durante la comida habrás visto las mesas. Verás que todas
tienen sus “peculiaridades”. Consejo: no te metas con los de Ares. En serio, no
quieres tener problemas con ellos, por lo menos no hasta que sepas
defenderte. Cuidadito con las bromas de
los de Hermes. Si algún día te gastan una broma, no dudes, es alguno de la
cabaña 11. No entres nunca en la cabaña 15, Hipnos. Te dormirías y, créeme, es
más peligroso de lo que parece. ¡Ah! Y no ensucies el bosque. Las dríadas se
cabrean y si tiras algo un día de estos encontrarías tu cama llena de
porquería. Deberías ir con Percy, supongo que Piper está empezando la
inspección. Y ya lo último. Si toca a alguien de la cabaña de Afrodita, limpia
muy bien, son los más quisquillosos y quisquillosas. Salvo quizá Piper, pero no
creas.
- Vale, casi casi que necesitaría un cuaderno.
- Tranquila. Ahora me voy con mi cabaña, después de todo hay
un horario y antes tengo que llamar a mi padre. Nos vemos luego, ¿vale?
- Claro.
Antes de llegar a mi cabaña, saqué el móvil y llame a mi
padre.
Un timbre… dos… tr…
- ¡Stephany! Por fin. ¿Sabes cuánto rato llevo esperando que
me llamaras? No volvías del instituto. ¿Qué ha pasado?
- Lo siento, papa. Hubo un problema durante la clase de
biología y…
- Si, si me he enterado. Me lo temía. Dicen que ha habido un
escape de gas en tu clase o algo así. Los encontraron a todos dormidos.
- Sí. Cosas de monstruos.
- ¿Dónde estás ahora?
- En el campamento.
Creo… creo que me quedare por aquí un tiempo. Por si acaso, ya sabes.
Mi padre se quedó un rato en silencio.
- Claro, llámame si hay alguna novedad.
- Vale, nos vemos, papa. Un beso.
- Besos.
Colgué. Mi padre debería empezar a acostumbrarse a los
monstruos.
Pececito Rosa
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