Vi a Laura salir disparada de su cabaña y comprendí que
necesitaba espacio. Todos lo necesitábamos al llegar. Demasiada información en
demasiado poco tiempo para las vidas normales que llevábamos. Después te
acostumbras a cosas imposibles. Podrían decirte que alguien ha hecho explotar
tu cama, o que tu mascota puede hablar, pero solo si le das de comer carne
asada el resto de sus días, que probablemente solo te encogerías de hombros y dirías:
“Vale, guay”.
Pero si eres nuevo… bueno, es muy complicado. Y depende
mucho de lo que haya pasado para que te enteres. La mayoría es algo
sobrenatural que no te esperabas. Pocos han llegado y han dicho: “Hola, me ha
dicho mi madre/padre que soy un semidiós. Enseñadme a pelear”.
-Anda, tú por aquí, Stephany –dijo una voz a mi
espalda- Había escuchado que alguien había traído a una nueva, pero no sabía
que habías sido tú.
-Sí, he sido yo –me di la vuelta y vi a Leo- Una
hija de Poseidón. Se llama Laura, es mi mejor amiga.
- Uau, Poseidón. Los tres grandes, genial –sus ojos
marrones brillaban- Pero, ¿tu mejor amiga? ¿Y no la detectaste antes?
-Oye, que no soy un sátiro.
Me quede sola de nuevo. No me apetecía ir a la cabaña, así
que di un paseo por el bosque.
Pensaba en cómo me reconocieron a mí. Mi padre no sabía que
era hija de Atenea, por lo menos hasta ese momento. Estabamos en el parque de
atracciones, un caluroso día de verano. Estabamos él y yo, con su novia, Sara.
Habíamos salido de la montaña rusa, Sara un poco verde, y mi padre y yo riendo
como locos. Nos dirigíamos hacia una cafetería cuando apareció un ciclope, más
bien joven. ¿Qué que hacia allí? Ni idea. Parecía perdido o hambriento. La
gente lo tomaba como uno de esos muñecos que se pasean por el parque. Pero al
verme se puso furioso. Empezó a perseguirnos, a mi padre y a mí. Nos recorrimos
la mitad del recinto, hasta que no pudimos más. Entonces una chica (de Hécate,
descubriría más tarde) lanzó un par de hechizos y se deshizo el monstruo. Me
preguntó un par de cosas, y en medio del interrogatorio, una lechuza plateada
brillo en mi cabeza. Era el símbolo de Atenea. Así que mi padre lo supo, y
desde entonces cada vez que me encontraba con un monstruo mi padre se pone de
los nervios.
Supongo que iba demasiado distraída para pensar en eso, por
que cuando me di cuenta, me había adentrado demasiado en el bosque, e iba
desarmada. Di la vuelta para volver, pero me encontré cara a cara con un
monstruo.
Pececito Rosa
Pececito Rosa
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