jueves, 21 de febrero de 2013

VI Stephany

¡¡Lo siento, es un poco corto!! ¡Cuando me toque subir la proxima vez intentare que sepa más largo!

Vi a Laura salir disparada de su cabaña y comprendí que necesitaba espacio. Todos lo necesitábamos al llegar. Demasiada información en demasiado poco tiempo para las vidas normales que llevábamos. Después te acostumbras a cosas imposibles. Podrían decirte que alguien ha hecho explotar tu cama, o que tu mascota puede hablar, pero solo si le das de comer carne asada el resto de sus días, que probablemente solo te encogerías de hombros y dirías: “Vale, guay”.
Pero si eres nuevo… bueno, es muy complicado. Y depende mucho de lo que haya pasado para que te enteres. La mayoría es algo sobrenatural que no te esperabas. Pocos han llegado y han dicho: “Hola, me ha dicho mi madre/padre que soy un semidiós. Enseñadme a pelear”.
-Anda, tú por aquí, Stephany –dijo una voz a mi espalda- Había escuchado que alguien había traído a una nueva, pero no sabía que habías sido tú.
-Sí, he sido yo –me di la vuelta y vi a Leo- Una hija de Poseidón. Se llama Laura, es mi mejor amiga.
Uau, Poseidón. Los tres grandes, genial –sus ojos marrones brillaban- Pero, ¿tu mejor amiga? ¿Y no la detectaste antes?
-Oye, que no soy un sátiro.
-Vale, vale, jajaja. Annabeth me ha dicho que tú y tu amiga venís a la reunión a escuchar la nueva profecía.
-Sep.
-¡Genial! Buch me ha retado a que meta más lápices en la nariz de Clovis que él, espero que este preparado para la derrota. Luego nos vemos, todavía quiero terminar un invento que he dejado a medio hacer. ¡Nos vemos!
-Chao.
Me quede sola de nuevo. No me apetecía ir a la cabaña, así que di un paseo por el bosque.
Pensaba en cómo me reconocieron a mí. Mi padre no sabía que era hija de Atenea, por lo menos hasta ese momento. Estabamos en el parque de atracciones, un caluroso día de verano. Estabamos él y yo, con su novia, Sara. Habíamos salido de la montaña rusa, Sara un poco verde, y mi padre y yo riendo como locos. Nos dirigíamos hacia una cafetería cuando apareció un ciclope, más bien joven. ¿Qué que hacia allí? Ni idea. Parecía perdido o hambriento. La gente lo tomaba como uno de esos muñecos que se pasean por el parque. Pero al verme se puso furioso. Empezó a perseguirnos, a mi padre y a mí. Nos recorrimos la mitad del recinto, hasta que no pudimos más. Entonces una chica (de Hécate, descubriría más tarde) lanzó un par de hechizos y se deshizo el monstruo. Me preguntó un par de cosas, y en medio del interrogatorio, una lechuza plateada brillo en mi cabeza. Era el símbolo de Atenea. Así que mi padre lo supo, y desde entonces cada vez que me encontraba con un monstruo mi padre se pone de los nervios.
Supongo que iba demasiado distraída para pensar en eso, por que cuando me di cuenta, me había adentrado demasiado en el bosque, e iba desarmada. Di la vuelta para volver, pero me encontré cara a cara con un monstruo.

Pececito Rosa

No hay comentarios:

Publicar un comentario